El abogado Jeffrey Catalano colaboró en la obtención de un acuerdo de $1.200.000 para un hombre de 29 años que sufrió una lesión cerebral anóxica y posteriormente falleció tras la decisión tardía de un médico de intubarle.
En la mañana del 29 de febrero de 2012, el fallecido, un hombre de 29 años, acudió a urgencias quejándose de que sentía que se le cerraba la garganta.
El médico de urgencias diagnosticó angioedema, la rápida hinchazón de la lengua y la garganta causada por la medicación para la tensión arterial. El fallecido fue trasladado a la unidad de cuidados críticos para observación y tratamiento.
El angioedema puede provocar la obstrucción de las vías respiratorias y la muerte si no se intuba y vigila al paciente. La intervención temprana y la intubación eran especialmente necesarias en este caso porque el paciente seguía sufriendo dificultades en las vías respiratorias, era obeso y tenía el cuello grueso y la lengua muy hinchada. A pesar de estos factores, el médico tratante demandado y el médico residente no establecieron un plan de intubación/intervención temprana.
El estado del fallecido empeoró durante la noche. Su respiración se volvió más dificultosa y los niveles de oxígeno en sangre descendieron drásticamente. Empezó a tener alucinaciones y a comportarse de forma combativa.
Una enfermera de guardia puso en conocimiento del médico residente demandado el empeoramiento de los síntomas y recomendó una gasometría arterial. El médico residente no consultó con un anestesista, no intubó al fallecido ni ordenó una gasometría arterial en ese momento. En su lugar, ordenó un medicamento antipsicótico y tratamientos para la apnea del sueño, incluida una mascarilla BiPAP, que empeoraron las dificultades respiratorias del fallecido.
Cuando el residente ordenó más tarde una gasometría, ésta confirmó que el fallecido necesitaba ser intubado de urgencia. En ese momento, el fallecido estaba muy angustiado porque no podía respirar y se agitaba, y el anestesista de guardia no pudo intubarlo.
El residente pidió entonces un sedante, que agravó la dificultad respiratoria del fallecido. Poco después, entró en parada cardiaca y respiratoria. Sufrió una lesión cerebral anóxica por un periodo prolongado de hipoxia, que le dejó en estado vegetativo. Unos meses después, su familia autorizó la retirada del soporte vital.
La residente demandada alegó que había controlado constantemente al fallecido y que éste respondía y no estaba en peligro. También declaró que esa noche se puso en contacto con el médico de cabecera de la demandada, que no ordenó la intubación. El testimonio de la residente demandada fue desmentido por las enfermeras que estaban de servicio en ese momento.
El difunto no estaba casado ni trabajaba, pero era el principal cuidador de sus cuatro hijos.
La demanda contra el médico residente demandado se resolvió en mediación.